Domingo (5-3-2023), seis caballeros
veleños nos presentamos al habitual punto de encuentro; con las burricletas
prestas y bien dispuestas, nos proponemos, para afrontar la enésima contienda.
Dos compañeros “con altos cargos”, se van de llaneo; los demás, previo acuerdo,
partimos hacia territorios navalqueños, con sierra de regalo; incluye, “pensión completa”, “cerrear”,
un laberinto de subidas, con
recortes de épicas etapas “de antaño” y que hoy, todavía continuamos
andorreando y “degustando”.
Comenzamos la jornada y salimos a
“pacer” por la zona más adehesada, dirección el pantano; mañana serena y
agradable, después de que el tempranero airoteo se esconda y desaparezca ante
nuestra presencia. Cabalgamos tranquilamente, “sin prisas pero sin pausa” por
la vistosa pantalla, repleta de encinas y “una quietud pasmosa” que se adueña
del profundo encinar. Salvamos repletos arroyos y profundas charcas, esparcidos
por el monte bajo y el camino arbolado.
Afrontamos sin sobresaltos la primera
parte de la jornada y desde la localidad de Navalcán, comenzamos a “remendar”
el entretenido “tobogán”. Con la Sierra de Gredos “al fondo”, nos motivamos,
inspiramos y venimos arriba –bajando´- por este paraíso rural. “Aterrizamos” en
la sonora orilla del río Tiétar; nos quedamos “pasmados” ante la tremenda
estampa: la profusa corriente, prisionera entre cortados y brutales
pedrancales. Reponemos fuerzas –por picar algo- mientras nos recreamos con las afortunadas inmediaciones y el encantado paisaje que nos
hipnotiza.
Desde este punto, comenzamos “la etapa
de montaña”; tendidas subidas que nos ponen a prueba y que nos “emboban y
embelesan” por la serranía navalqueña. Cuando nos adentramos “en el pan y
vino”, mojamos en todos los repechos,
encajonados entre altas paredes y lujosos cerretes. Nos escurrimos con soltura
por la “estirada montaña rusa”; esperamos y nos agrupamos cuando “nos
descolgamos” por las dominancias “del Águila”. Un callejón de pinos y extensos
jarales, nos avisan que la escalada ha
expirado y nos enfrentamos a terrenos más llevaderos.
La cuerda, bien acicalada y arreglada
–aparece en versión autovía -, se hace rápida, mientras nos detenemos a
contemplar el espectáculo que nos brindan “unos cuantos gamos”. Otra
panorámica, que nos regala el relajado
encinar y se disparan los recuerdos y añoranzas de tan buenas jornadas. Las
antiguas casas y sus acogedores pobladores, antes de adentrarnos en la
“ficticia y fantástica” postal del bosque. Nos recreamos por la “asilvestrada
bajada”, rememorando antiguas jornadas, pero todavía sobreviven el duende y los destellos de magia. En lo
personal, cabalgar por estos lares, me sigue haciendo “tilín”, brindamos sobre
la marcha y nos citamos para “trepar” el desgajado escenario. Por los llanos
del “Baldío” cuatro gotas de agua comienzan a caer y olor a tierra mojada para
clausurar la excelente jornada………….
Destacar de la ruta, la perenne
tranquilidad que recorre todo el monte, el paisaje de encinas que hemos
bordeado en toda nuestra ruta, así como el privilegiado entorno de Navalcán
(río Tiétar, sierra del Águila) por el que hemos cabalgado toda la mañana. No
menos impresionante, “el paseo” por el rincón de Aldea Arango y todo el bosque, con parajes de antaño, bien conservados y que
nos transportan y remontan a bastantes años atrás; épicas jornadas y que nos
coronaban al llegar a sus fortificadas casas . “El que no sabe lo que busca, no
entiende lo que encuentra….”
Buen día…………SALUD.
“…..mil caminos por andar y mucho tiempo perdido, sin saber
a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”.
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