Domingo
(17-12-2024), en el habitual punto de encuentro “ni escuderos, ni becarios ni
gallos”, en esta jornada me toca cabalgar en solitario; descansos y asuntos
varios para los demás caballeros activos. Para afrontar las bajas temperaturas
de la gélida mañana, sesión cerrera de cuestas y desniveles.
En
vísperas del inminente invierno, ya se dejan notar las primeras heladas; circunvalación por la villa veleña,
para salir al “infinito terralgo”, donde se agradece la presencia del
madrugador solano, aunque, se va a notar
más “calor” por “el surtido de cuestas que me esperan acamás”. Primero, hay que cruzar “la llanura
siberiana”, aunque, por lo menos está bien asentada.
Si
tengo que guardar algún recuerdo de esta ruta, es por la continua y agradable
melodía del agua corriente, síntomas evidentes de la resaca que nos dejaron las lluvias pasadas; charcas clandestinas,
cunetas rebosadas, arroyos bravíos con banda sonora propia y caminos soportando
los sobrantes de “las aceras” con
cristalinos susurros que cuelgan de las zarzas y chaparras. Tiene su encanto
“andorrear en solitario” de vez en cuando (pero que conste, prefiero salir bien
acompañado); atrapando pequeños detalles
que nos brinda el pausado paisaje; algunos hielos en las charcas, asomando,
disfrutando de la quietud y tranquilidad que rezuma en cada palmo del
abigarrado itinerario.
Se
van sucediendo las subidas, tramos más empinados, ¿dónde se quedó el amenazante
frío?; por la acogedora senda, ensimismado se levita al pasar; el conocido
arroyuelo atrapado entre fresnos y piedras, me embelesa; sin darme cuenta,
-saliendo de la nada- aparece “un jabato con prisa”, atraviesa alambreras,
marullagos y el bullicioso regato
empedrado, “el bicho, viene escapao”. Me retuerzo por estos lares empinados,
alimento los sentidos por el agraciado escenario, mientras me acomodo y me
recreo por el desnivel seleccionado.
Sobre
la marcha, saludo a otros intrépidos burriclistas, andarines que se “adueñan”
del ancho camino, antes de aterrizar en la zona de los barrancos. Unos minutos
de relax, para reponer fuerzas en el solicitado altar. Desde aquí, “el postre”
para rematar; ¿qué vamos a decir?, de los rampones del “ recto torreón”, que me pone a prueba en estos días de
“descanso y recreo” , sumando exagerados porcentajes, sereno y administrando
esfuerzos. Después del repertorio de cuestas, el camino de vuelta, se hace ameno y llevadero, me encuentro con
Lhesem “La Gacela del Sáhara” y “su equipo” de carreristas -parecen que van de
paseo por el camino zorrero-, intercambiamos impresiones sobre la marcha y
desde aquí, planeo con alegría por el tobogán cerrero, para finiquitar la plácida y elevada
jornada.
Destacar
de la etapa, que ya hacen acto de presencia “las pelonas” de la época, claros
indicadores del venidero invierno; la tranquilidad que se respira por el
entorno enmarcado, multivariado, y
resaltar –una vez más- la cantidad de agua –vida- que “abastece” a cunetas,
charcas, sembrados y principales arroyos visitados. “El tiempo contesta a tus
preguntas o hace que ya no te importen las respuestas.”
“…mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo
ni sitio…”
Buen
día…………..SALUD.
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