Domingo uno de marzo, mañana teñida de
gris, pero con termómetros generosos, para los más tempraneros y perezosos. Ochos caballeros veleños acudimos al punto de partida y tres osados
gamoninos, también nos acompañan en la
etapa “ya pactada”. Con las burricletas bien dispuestas, minutos de rigor en
la espera; mientras, “El Gran Maestre” a
su “acemila” le da mimos y con más aire
la cuida; “El Lobo”, se presenta con la cubierta a “punto de reventar”. Martín
“El Fiero” sale al quite y a por un “repuesto”
se marcha a su casa. Arreglamos el entuerto y con media hora de retraso, un día más a los imprevisibles caminos nos echamos.
Comenzamos la jornada, partimos “hacia territorio comanche” con las ideas bien
claras; al abrigo de los elevados eucaliptos, rodamos en modo “distendido” por
pasos poco transcurridos y hacia “el
parque de faunia” nos dirigimos. Rincón rebosante de quietud, sólo rasgado por
el agradable trinar de los animados pajarillos y todos expectantes “por si tenemos visitantes”;
algunos conejos y un asustado ciervo salen a nuestro encuentro; el resguardado
arroyo, en la fría estación con menos
agua de lo habitual, pero en esta
ocasión, el guarda no nos ha venido a “visitar”; salimos al asfaltado canal y
después de cruzar la ferroviaria pista, el decorado de la vía verde, nos invita
a pasar. Por la interminable recta, avistamos “andarines”, otros burriclistas,
diminutos túneles abriéndonos paso, una moqueta de pétalos, extendida a nuestro
paso, el “color blanco” a la extensa
pista iluminando y el monumental viaducto también admiramos. En este punto, Roberto “El Bueno”, nos comenta
“que se da la vuelta”, se encuentra “indispuesto” y un compañero gamonino, se
queda con el “valeroso caballero” , para escudarle por el estirado camino. El resto de la
expedición, nos “colamos” en el lienzo
naturalista; un copioso plantel de
olivos, muretes de forjadas piedras y los almendros en flor, coronando en la
cúspide de la belleza; admiramos la idílica panorámica, mientras nos recreamos
con el prodigioso cuadro. Para
despejarnos del blanquecino sueño, volvemos a arribar en “El Gran
Puente”: Aquí, decidimos hacer el
merecido descanso y repostar, compartimos viandas; fruta fresca, pasas y dulces
de temporada para llenar las vacías andorgas.
Retomamos la jornada, por la “Vía Verde”
deshacemos el camino andado, a la vez que
contemplamos el transparente paisaje en sentido contrario; “sin prisas pero sin pausa”, alegramos la
“llana marcha”; cruzamos la villa “calerana” hacia otros parajes más
singulares, buscando el terreno de la
“colosal avutarda”, por un campo de placas solares y fincas bien labradas,
momentos de ocio y diversión en el aguerrido pelotón; quitamos “alguna” marcha, para “reagrupar al personal”, antes de entrar en la “Cañada Real”. Desde aquí, “algunos” se quieren “probar y
vuelan” por el aireado secarral; desde la retaguardia “vemos la vida pasar”,
varios minigrupos se han creado, pero ningún componente en solitario ha quedado y sin más novedad, al punto
de partida vamos llegando.
Resumiendo, ruta “semicircular” de 65 kms.
Los principales caminos transitados han sido; Cañada Real Leonesa Oriental, Carril de las Mulas, Camino Monte Nuevo,
Camino de Gamonal a Calera, Canal Bajo del Alberche, Vía Verde de la Jara, “Circuito de Los
Almendros”, Vía Verde de la Jara, Camino de Calera a Navalcán, Carril de la
Raya de Chozas, Cañada Real Leonesa Oriental.
Buen
día……….SALUD.
“mil
caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo
tiempo ni sitio….”
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