Sábado siete de noviembre, damos un
respiro a las “castigadas” burricletas y nos ponemos las botas “andorreras”.
Hacia el Puerto del Pico, salimos en caravana; unos pocos montañeros, van a repetir subida
al Torozo. Domingo “El Maca” y el relatero, nos vamos a explorar otras
novedosas vías, la subida al “peñón de la Fría”. Los demás, con un gesto generoso, nos ceden
la flamante bandera para que ondee en el clandestino pico.
Iniciamos la jornada por la verdosa
pradera, inundada de agua; echamos un vistazo al panel informativo y desde el
minuto uno, comenzamos a “escalar” –sin protocolos ni “na”- . Según vamos
tomando altura, echamos vistazos en todas las direcciones; allá a lo
lejos, vemos a los demás compañeros en
la “otra sala”; también, avistamos el serpenteante puerto y el despertar del
barranco de las cinco villas. Más cerca, se deja notar “el devastado lugar”,
pinos centenarios “achicharrados” y una variedad de vegetación que comienza a
aflorar, un continuo “zig-zags” nos eleva por pasos
aéreos a media ladera y tupidos surtidores
de aguas cristalinas agitando a la lúcida armonía. Vamos inmortalizando
agradables momentos, se atisban mensajes de
expectación, aunque desde que partimos, los ávidos sentidos “van en modo on”. Continuamos
por la estrecha senda, bien “balizada”
con tablillas y “mojones de cantos”, todo un
lujoso escaparate, para el recreo y el
deleite de los montañeros presentes; hacemos los últimos escalones y nos
recibe la acogedora explanada con bastas piedras engalanada; el antiguo chozo y
la reconfortante fuente, nos indican que estamos sobre la correcta línea; por
estos lares, nos ataca una tormenta de
tranquilidad y un silencio atronador, acompañan nuestra agradecida soledad. El amigo Domingo, me imparte una clase
práctica (quedó degustar) de micología avanzada, “esto es una níscala”,
también me habla de manjares y
exquisitas recetas; comentamos sobre el “destruido lugar”, tristes rastros, todavía
presentes y otros temas más amenos por los sosegados senderos; mientras andamos, tenemos tiempo de
todo y en el “zumayo” cegado, una liebre –sin consecuencias- echamos al
saco. La banda sonora de las alegres chorreras, continúa a nuestro paso; ante nosotros,
tenemos otra izada muralla y un parque natural de piedras temáticas, todavía por descifrar;
al fondo, también se dejan ver las huellas de las primeras nevadas. Un
mosaico de olores acompañan nuestros animosos pasos –“también huele a cabro”- .
La amena vereda se alarga y empina, pero con las genuinas vistas, hasta “la
dificultad se nos olvida”; comentamos “dónde vamos a llegar” y en un
“plis-plas”, nos "topamos" con el confortable refugio. Paramos para contemplar el
agraciado lugar, echamos unas risas, nos
recreamos con las dignas y reconocidas vistas, hacemos conjeturas y divagamos “durante
un buen rato” y picamos algo –sin repostar-.
Retomamos la etapa, “Puerto del Arenal”
pone en la tabla, -el chino también lo dice-, “pues vamos pallá”; por la
espectacular vereda, de vez en cuando,
volvemos la vista atrás “para saborear mejor el preciado manjar”; la senda empedrada, “disimuladamente” hacia arriba comienza a “picar”; el
aventurero compañero, no pierde “su particular sentido del humor” en ningún
momento, -así el ascenso es más ameno-. Coronamos “otro puerto”, inmortalizamos
el divertido momento, “nos toca recoger todas las placas del suelo”. Ahora, de
frente, “comienza lo bueno, el placentero cresteo”; a nuestro paso, colosales
monumentos multiformes, riscos de todos los colores y los lustrosos piornos
intentando cerrarnos la puerta de la cercana cima. Mirando “hacia atrás” en
este último tramo –nos imaginamos y acordamos otra alternativa (“¿mejor y más divertida?”) para próximas subidas;
hacemos un bordeo, “por todas partes hay
hitos”, a nuestras espaldas, tímidas nubes que amenazan; aquí, el aire
frío también se deja notar, un último
esfuerzo y con cuidado –por la humedad pedrera- coronamos el ansiado punto.
Contemplamos en todas las direcciones, admiramos desde el altar privilegiado,
más fotos para el recuerdo y unos “minutillos
más” antes de marchar. Continuamos cresteando, tenemos que ir hacia allí, “a la
piedra seta”; por la ancha pista, nos echamos unas risas, continuamos con los
divertidos delirios, subimos “otra cuestecilla de piedras lavadas”, avistamos
un rebaño de cabras montesas, con su “líder viejo y negro”; a estas horas, buscamos un “regoviento”, para descansar, poner la “mesa” y la andorga
llenar. Lo dicho, buen momento, ¡¡qué rico el bocata!! Y la cerveza “fresca y mareada” para Domingo
“El Maca”; comentamos la marcha y anécdotas varias, sin dejar de contemplar la
bondadosa panorámica que nos rodea.
El camino de
vuelta, es de bajada, “bien marcado”, bajamos por regueras de piedras, pasos
rodados, esbeltas figuras empedradas y
enormes pinos quemados, antes de arribar en el chozo pastor. Desde aquí, otra
vez por la vía conocida; bajamos sudando y “con calores” ¿será por la digestión?, hacemos
comentarios divertidos, ninguno de los dos, recordamos “por aquí haber subido”;
escalones de madera y grandes hierros sujetando el terreno cedido, “los habrán puesto ahora, esta
mañana no estaban”. Llevamos una buena “garbana” por el aéreo descenso;
avistamos el puerto de llegada; al otro lado, el pico más elevado a lo lejos, saludando; cruzamos la pradera “bien
regada”, antes de llegar al “monumento
de los caídos”. Aquí, hay un coro
postrado, escuchamos unos “cánticos”, ¿serán gregorianos o rumanos? ¿un
homenaje por la épica jornada?¿el nuevo himno de los caballeros veleños? Más chistes, antes de dar por clausurada la
fructífera etapa.
Resumiendo, ruta circular de 17,5 kms. Hemos
iniciado la ruta desde El Puerto del Pico (1391 m); Senda la Rubía, Refugio Las
Campanas- El Puerto del Arenal (1815 m), Collado de la Sillita, Pico La Fría
(1983), Risco del Biezo, Senda la Rubía, Puerto del Pico.
Pd: Domingo,
muchas gracias por tu aportación fotográfica (6).
Buen
día…..SALUD.
“mil caminos por andar y mucho
tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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