Sábado, siete
de Mayo, volvemos a cambiar el día de salida, porque según las previsiones, mañana anuncian lluvias para todo el día.
Cuatro caballeros veleños nos congregamos para la pactada cita; en el punto de encuentro, ya está Roberto “El
Bueno”, poniendo a punto la reliquia burricleta del Maestro, “además de otros
achaques, voy sin frenos”. Con las
burricletas a punto y bien dispuestas, “para hoy tenemos más cuestas y andanzas
marrupejas”.
Iniciamos la marcha, dirección Gamonal, la
villa más cercana; a ritmo pausado, temas varios vamos comentando, cruzamos las callejuelas desiertas, más adelante se nos
abren las puertas de las conocidas cuestas, “cada cual como pueda y parriba,
arriando velas” entre las perfumadas callejas; nos hacemos dueños del clamoroso
silencio y de la reconfortante sensación que inunda el custodiado territorio “gamón”. Comentamos
las agradables temperaturas que nos acompañan y sobre el encanto de la
serena mañana, que se mece en la
deslucida panorámica cerrera; atravesamos otras villas vecinas y conversaciones
de “champions”-que no van a ninguna parte- entre piques y risas “dividen al cuarteto
maravillas”. Nos colamos en la senda de Los Leñadores, hierbas fresca y mojada
nos refrescan “las patas”; a nuestro
paso, extensos prados, de agua hartados
y la dócil vacada, ante nuestra presencia, ni se inmutan y campean a sus
anchas. Destacamos, la colorida estampa “viriata” que emerge en la grisácea jornada
y la recompensa de cabalgar en armonía, en estas etapas nubladas. Circunvalamos la aldea “montesa” por sus estrechas
callejuelas y en el tramo de carretera, avistamos buenos espárragos,
sobresaliendo en la cuneta; más
adelante, nos convidan “con otro tramo
que pica hacia arriba”; ascendemos “a cámara lenta”, sin prisa por la enchinada
pista, para adentrarnos en “la enigmática senda del Jabalí”. Nos recreamos por
el asilvestrado paso y “la cuesta
pelleja” tanteamos, “pero nada”, allí sigue, más empinada y por los esquivos
marranos, escarbada; por el paraíso botánico, damos rienda suelta
a la desbocada imaginación, recolectando fotogramas de ficción; atravesamos los
floridos arroyuelos y a pesar de la pericia,
“algunos caballeros” los pinreles empapamos. Divagamos por el bosque
encantado, recortado de los cuentos escandinavos; andrajosas “barbas de viejo”
y el verdoso musgo, engalanando las torres de piedra y a las longevas encinas, dándolas luz y vida; por la
sosegada vía, nos atrapa la profunda
mudez y su transparente estampa, “cada rincón tiene su belleza, pero no todos
pueden verla”. Sobrevolamos “aletargados” por el poseído escondrijo, “contando los
espárragos” y suspirando adjetivos superlativos, aterrizamos en el andén más
profundo del inframundo. Paramos a repostar y compartimos viandas, “exquisito el
bollo de avena” – a algunos les ha dado por el forraje- ; aprovechamos para
“escurrir los calcetines”, mientras comentamos el devenir de la jornada.
Reemprendemos la marcha, por las veredas
de “San Marrupejo”; a nuestro paso, resuenan
gaitas y timbales, “desde que no me perdía por estos lares”, nos comenta
Fernando “El Grande”. A cada metro, se disparan los atentos flashes; detrás de las piedras, entre las
flores y también desde la copa de los árboles. Continuamos cruzando el omnipresente
arroyo cristalino, “¿cuántas veces más vendrá?”, otro tendido repecho sale a
nuestro encuentro, antes del sigiloso descenso y El Gran Maestre se envalentona
y a lomos de su GT, en el estanque
marrupejo “se corona”. Ascendemos por el embarrado Riscal, agua y pateados
lodazales hacen más dura la escalada por estos zaguanes; a nuestro paso,
escenarios colosales, inundadas sendas y ante nosotros ¡La Gran Muralla! en
esta ocasión de bajada. Para no variar, “hacemos salto de vallas”; por estos
agraciados parajes, detenemos el tiempo
y “cabalgamos embelesados” por la estrecha y verdosa vereda, acompañando al colorido y ataviado
arroyuelo; intrincado laberinto que da cobijo a las Ninfas Marrupejas y a sus
unicornios alados. Después de tanta fascinación, nos despertamos de tanto
romanticismo y otra vez “El Dragón de Siete Cabezas”, reposando nos espera. Lo
que faltaba, de repente un nubarrón también nos acecha, “si nos lloverá” –se
comenta-; iniciamos la temida subida, “cada cual como pueda” y como le permitan sus fuerzas; tomamos el
pulso a la enrabietada fiera, “aquí marca una veintena” y en este punto “aparece en blanco”,
Fernando, nos comenta-; lo que digo,
“hasta el cacharro se ha gripado”, aunque me da, “que algunos, de tanto pasar la van a allanar”.
Fotografiamos la escalada y echamos un vistazo a la postal cerrera, ¡¡no está
nada mal!, pero toca apretar. De uno en uno vamos coronando, para no quedarme
frío, “voy a bajar otro tramo”, así al Maestro en “su particular
calvario” le acompaño. En la cima nos
agrupamos y después de recuperar la respiración y el habla, hacemos comentarios varios, “nos estamos
acostumbrando”. Atravesamos Segurilla, también la villa zorrera dejamos
atrás; Roberto “El Bueno” se despide,
marcha directo hacia Gamonal. Nosotros,
también bajamos el ritmo y vamos
entretenidos por la palpable quietud del
camino; mirando hacia atrás y esperando
en cada “repechillo”; desde el alto de la Gamonosa, en un descenso fugaz
llegamos al “Barbú” en un plis-plas y en
el camino de los Perales, saludamos a Goyo “El Coloso” que viene de arreglar el
huerto ; en esta ocasión, por la hora y
las llamadas “no paramos ni a estirar”.
Resumiendo, ruta circular de 54
kilómetros, los principales caminos transitados han sido: Camino de Velada a
Gamonal-Mejorada-Segurilla, Senda de Los Leñadores, Camino de Segurilla a
Cervera de Los Montes, Camino de Cervera a Sotillo de Las Palomas, Senda del
Jabalí, Senda de Los Contrabandistas, Camino de Marrupe a Segurilla, Camino de
Sotillo a Segurilla; Senda del Marrupejo Largo; Camino del Hituero-El Riscal;
Camino de Buenaventura a Segurilla (La Gran Muralla); Senda del Marrupejo; Camino
de Valdecolmenares; Camino de Segurilla-Mejorada-Velada.
Pd: Fernando, Roberto, muchas gracias por
vuestra aportación fotográfica (3,1).
Buen día…………….SALUD.
“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde
ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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