martes, 17 de mayo de 2016

Ruta: Molino Montoya (Río Tiétar)


     Domingo quince de Mayo, después de algunos sábados andorreando –y  algunos caballeros librando-  volvemos “al tajo”; en el habitual punto de encuentro, recogida de firmas para continuar con nuestra cruzada particular: “caminos públicos ya”. Trece caballeros veleños, fieles, acudimos a la cita burriclista  y desde las altas esferas,  “El Molino Montoya” es la consigna.

     Iniciamos la jornada por las desiertas callejas de Velada, hacia las afueras, dirección Arenas; avistamos el infinito Baldío y de cháchara, vamos entretenidos, mientras rodamos en modo distendido por los barrios contiguos. En breve, nos adentramos en la frondosa dehesa, inundada por los generosos chaparrones de los días anteriores; avistamos un rebaño de cérvidos que alegran la tenue estampa mañanera y  cruzamos “unos cuantos charcos”, de todos los tamaños, más profundos y “de lado a lado” bañando al colmado camino; tramos verdosos bien alfombrados, mientras, todos coincidimos en ensalzar este paraje  espectacular, nos abandonamos a los encantos del  plácido encinar. Después de tantos piropos y lisonjas, arribamos al paso del gran río embravecido; tanteamos el terreno, escuchamos “de todo” –incluso ¿abandonamos?-  pero,  también de sus enfurecidas aguas, cuenta nos damos. Andrés “El Líder” y El Carpin, por lo visto, no lo ven nada claro y  “sin avisar,  abandonan la contienda”; los demás,  con cortesía, nos invitamos a “pasar”;  pero  “El Gran Maestre”, predicando con el ejemplo, “quiere ser el primero”; en estos momentos, se disparan los flashes y los discípulos, jaleamos expectantes. Con valentía y mucho temple consigue domar a las agitadas corrientes; como en la vida misma: “la palabra mueve pero el ejemplo arrastra”,  el resto de la cuadrilla, vamos pasando, unos montados y otros descalzos, por el piso hormigonado. Al otro lado, nos secamos y nos calzamos, para continuar por la palpable quietud del bosque adehesado; más charcos y pasos embarrados, abrimos las correspondientes porteras y desde la cañada, “hacía la aldea parrillana”. Por el cuidado paseo a Navalcán llegamos, callejeamos y a los amables vecinos saludamos; Roberto “El Bueno”, en este punto nos deja,  “tiene que llegar pronto a casa”, según nos comenta. A nuestro paso, verdosos prados, que auguran la abundancia de  forrajes  para la inminente “campaña”  y al fondo, entre dispersos nublados, “la blanca serreta” asomando; coqueteamos con la cómoda vía y por el efímero  descenso,  nos adentramos en un decorado más asilvestrado; pasos quebrados y encharcados entre los crecidos y coloridos hierbajos, espectaculares vistas, que  nos ofrece la perdida senda, ante la manifiesta complacencia. Ante nosotros, la grandiosa postal: el feroz torrente, trotando desbocado y con estruendo “relinchando”,  se cuela por los recovecos empedrados del centenario  molino. Resuenan con furia sus bulliciosas aguas en el recóndito paraje, alejado de la vida artificial, impasible  en medio de “la nada”. Paramos a repostar y a deleitarnos en el idílico  lugar;  inmortalizamos “las mejores instantáneas”, hartamos a nuestras sedientas retinas desde la profunda maravilla  y la andorga también llenamos “para recuperarnos”. 

 
    



















































       Reemprendemos la marcha y nos “programamos” en modo escalada por la abigarrada y tendida cuesta; recogemos detalles escondidos y sacudimos el lustroso mosaico colorido. Afrontamos la discontinua escalada con ganas, “cada cual como pueda” y arriba la espera. De uno en uno vamos coronando y  por eso de no enfriarnos, “nos echamos otra vez pabajo”; buscamos al maestro y le damos ánimos, “alguna ayuda” en forma de empujón y le acompañamos en su sufrida ascensión. Después de agruparnos,  continuamos por vías más  blandas y bastante embarradas, pero tenemos llegada victoriosa en la villa de Navalcán; nos reciben con una animada charanga y multitud de espectadores  por las calles abarrotadas;  con tanto reconocimiento y honores, salimos reforzados de la localidad vecina y tomamos la más cómoda alternativa; atrás dejamos Parrillas, cruzamos la cañada y volvemos a los caminos encharcados; jaras en flor y chaparras empapadas dando cobijo al arroyo escondido; abrimos y cerramos las  porteras del relajado encinar  y otra vez cruzamos el bravío río, así lo atestiguan fotografías y vídeos. Desde aquí, cambiamos el rumbo, Ángel “El Guerrero” nos va a guiar,  por la Aliseda hacia la Fresneda; pero  en el ingenuo repecho, “la cadena rompe” El Relatero (“hacía rato que la mosca me andaba rondando”); nada, “eslabón rápido” y en minuto y medio, solucionamos el entuerto. A nuestro paso, continuamos cabalgando por medio de los abastecidos charcos, saltamos otro portón  y el enésimo arroyuelo, antes de cruzar, de nuevo nos hace examinar el terreno; circunvalamos la calmada fresneda, camuflada en un campo repleto del espigado  centeno. Después del paseo de “recreo”, salimos al anchuroso terralgo, en esta ocasión, de frescas  hierbas y pastos bien abastecido, “este año hay hartanza para el ganado” en nuestro  cabalgar comentamos. Bajamos algunos hierros, por la retaguardia se “encienden las alarmas”; algunos compañeros se adelantan y aligeran su marcha  “actos familiares les aguardan”; los demás, vamos en procesión, saludamos a “los afanosos sandieros”, avistamos una docena de águilas que de guateque por aquí andan, “hay carne fresca”,  pero nosotros no olvidamos la parte trasera; mientras vemos, los últimos kilómetros pasar a cámara lenta, escalamos el tendido repecho, algunos apretando, otros remolcando y los demás, subiendo. Sin más novedad, por las inmediaciones del pueblo recortamos y para la larga avenida, El Maestro “se reserva alguna bocanada” y además, “quiere la etapa”, para redondear su encomiada hazaña.




   
































































   En definitiva, ruta circular de 54 kilómetros, los principales caminos transitados han sido: Camino de Velada-Arenas-Parrillas-Navalcán-Parrillas, Camino de la Aliseda, Camino de Mejorada-Parrillas; Cañada Real Leonesa Occidental, Camino de Velada a Parrillas; Paseo de Parrillas-Navalcán; Camino de Candelada, Camino de Valcasillo, Camino del Molino Montoya; Camino Montoya-Valcasillo-Candeleda-Navalcán. Paseo de Navalcán-Parrillas. Camino de Parrillas Velada; Cañada Real Leonesa Occidental, Camino de Parrillas-Mejorada; Camino del Parador Aguirre-Velada; Camino de La Fresneda; Camino del Torilejo-Velada. 


    Pd: Cristóbal, Diego, gracias por vuestra aportación fotográfica (10) .



    Buen día…….SALUD.



“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 


No hay comentarios:

Publicar un comentario