Domingo
veintidós de mayo, mañana nada clara y
bastante nublada, parece un tanto enmarañada. Diez caballeros veleños
y también nos acompaña un nuevo
invitado, Manolo “El Talaverano”, acudiendo todos los convocados a nuestro
habitual punto de encuentro. Con las burricletas bien dispuestas y prestas
para la contienda ¿cuál será la sorpresa mañanera? Según El Maestro; “como antaño”, tenemos exploración y el
probador para “la próxima equipación”.
Iniciamos la jornada, hacia la anchurosa cañada y por “La Torre de la
Gamonosa”, nos “colocan” la primera trepada; cada cual como pueda (“¿o
quiera?”), “esto para empezar”, “no nos da tiempo ni a calentar”, cada día
escuchando la misma cantinela con la tempranera cuesta; mientras; Fernando “El Grande” tira de guasa, “que poco se habla ya”. Nos recreamos
por la silenciada vía, avistando los aletargados cerros y las variadas estampas floridas;
salvamos, cuantos repechos salen a nuestro encuentro, escuchamos “el
Riau-riau-riau” y tenemos “un conato” de
encierro; con calma aguantamos el envite de los astados y Chema “Tino” sin pensarlo, se ha
encaramado detrás del cercado, “por si
acaso”. Seguimos la marcha, entre distendidas chácharas, -todavía resuenan los
ecos “de la crecida del río y El Maestro abriéndonos el camino”-, para hacer más llevadera la etapa; sin hacer
mucho ruido, circunvalamos las villas cerreras, y ante “el dudoso acuerdo”,
tiramos de galones y al final nos
decantamos por el sendero de “Los Leñadores”. Cruzamos ensanchados prados, de verdosas
hierbas colmados y acorralados; con algunos charcos también nos retamos ¿sin mojarnos? por el estrecho y entretenido vallado; salimos a la pista asfaltada y por la cómoda bajada, arribamos en la aldea montesa y Eduardo “El Carpin”, desde la prudencia se da la vuelta, “llevo tantos días sin salir”
–nos comenta. Tiramos de tecnología para “perdernos” por el pueblo y sus calles
vacías, hasta dar con el camino conocido, que con tanto “secretismo” nos tenía reservado el águila guía. Se disparan los flashes por el
asilvestrado y encantado tramo;
chaparras, flores multicolores y la portera de palos secos y alambres que nos
cortan el paso. Con seguridad y firmeza,
El Gran Maestre nos asegura sobre
la estudiada ruta; marchamos por la senda ganadera, a nuestro paso, un
marco idílico; un laberinto de chaparras y enebros, algunos espinos asomando y un marco
colorido que encontramos por el olvidado
camino; pasamos la fuente señalada “ésta, estaba en el mapa” y nos divertimos con
la embarrada bajada. Es “condición obligada” y no perdemos de vista el arroyuelo, pero a nuestro
paso, florecen las hierbas altas y las piedras tapadas; extremamos la precaución y cabalgamos
con sigilo, casi parados. En esta ocasión, la
mala suerte, hace que “El Maestro” pierda el equilibrio y sale tastabillado hacia abajo ¡¡vaya
costalazo!!!Socorremos con atenciones y cuidados al “guerrero herido”; después del susto, “parece que
no ha sido nada”, dejamos marcada la rústica parcela y continuamos la marcha. Todos nos preocupamos por nuestro apreciado compañero y amigo, mientras le
brindamos los mejores halagos y otros mimos; para romper el hielo, algunos chistes le
soltamos; “has perdido el norte”, “el gps de la cabeza se te ha
desconfigurado”, “me voy por ti a París”, “te has quedado trastornado”. Algo
dolorido, el maestro vuelve a tomar el timón,
y salimos al “cordel” descarriado; ¡¡¡vaya
odisea!!! está "todo" oculto entre las espigadas hierbas; nos abrimos paso entre un mar
de hierbajos y más de una liebre “que echamos a la saca” y otras tantas que se escapan "por patas"; picores de
piernas, estornudos, es el lugar ideal para sacar “la alergia a pasear”, “terapia
de choque” se hace llamar. Ante tanto desconcierto, nos salimos del arroyo (“no
era el paso correcto”), escalamos cerros con más piedras, retamas y tomillos “marcando el ficticio sendero”;
saltamos más alambreras, (“ya no sabemos si estamos dentro o fuera”). A lo
lejos (“o no tanto”) avistamos San Román, “vamos para allá”; Ángel “El
Guerrero” comenta que El Maestro “va alicortao”, “parece que le va a costar
continuar”; el dolor de su brazo le aqueja y “por si acaso, para que esto no
vaya a más”, hacemos una llamada, para
que le recojan en la próxima localidad. Después de salir del frondoso rincón,
paramos a repostar; compartimos viandas, fruta fresca, pasas y el bocata de
jamón para esta ocasión; durante el merecido descanso, comentamos la aventurera jugada "del cordel fantasma". Nos
despedimos de JoseMa, mientras nos tranquiliza
con el brazo levantado “ya no me duele nada” y los demás, recordamos el dicho, “cabra coja no quiere
siesta”.
Reemprendemos
la marcha, por el camino de las siete porteras, con sus respectivos “guardaganados”, abriéndonos la pintoresca campiña; a nuestro paso, se pierden interminables campos de cereales, de abundancia
cargados; Goyo “El Coloso” se anima y a
la serena vacada, azuza para "optar" a la segunda capea del día; continuamos rebasando
charcos embarrados en el noble encinar resguardados y esta
vez, con nuestro alegre paso, de Doña Germana ni rastro. Comentamos
sobre las encantadas maravillas, que tenemos por la comarca y próximas a
nuestras villas; hablamos de los peligros
de la alta montaña y otros
riesgos a tener en cuenta, el escudero Manolo es “un libro abierto” y todo un experto. Cruzamos la aldea “pepinera”
y hacemos un tramo de carretera (“no había camino, no” ¿de quién habrá sido la
lúcida idea?). Después del trago asfaltado, “nos atamos los machos” y
bregamos con el enfurecido cerro; pasos agrietados y bastante
empinados que con tesón afrontamos; buscamos la mejor trazada, pero en las profundas regueras, las burricletas se espantan y quieren dar media vuelta; algún metro, tiramos del ramal y vuelta a cabalgar y
apretar; otra liebre, que vuelve a saltar por la parte de atrás. De uno en uno, vamos coronando
el rasgado altozano; en la cima miramos la hora y comentamos a los demás, que
nuestro invitado tiene cita familiar y por la estrecha y divertida vereda, nos
lanzamos a los pueblos cercanos. Cruzamos la aldea cagarrache, atrás también
dejamos Mejorada y desde hace “un buen rato”, el molesto aire atizándonos de cara. Por este
deambular, hago un repaso de las pruebas de fuego que ha sufrido “el nuevo traje de los héroes veleños”; ha sobrevivido
a los apretones de “algunas” cuestas y
repechos, ha dado la cara ante el bravío
ganado que nos ha acechado; ha salido ileso de más de un salto de vallas y de las
espinosas alambradas; ha resistido al tramo herbáceo de senderimo; ha repelido el
pegajoso barro y las embestidas de los altos hierbajos y se ha mantenido firme
al ataque de los enfurecidos osos…..¡¡¡¡Ostras que me voy!!!Sin más novedad,
recorremos los últimos kilómetros en
modo distendido, charlando –lo que el rugido del viento nos deja- y después de la cuesta de la
herradura, metemos una marcha más, para
afrontar la fugaz bajada, recreándonos con las vistas serranas. Me despido de la agradable compañía talaverana,
esperando que haya disfrutado de la jornada e invitándole a “otra revancha” y a
muchas más etapas.
Pd: Ilde,
Ángel, Cristóbal, muchas gracias por vuestra aportación fotográfica (16)
Buen
día……………SALUD.
“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde
ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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