miércoles, 3 de agosto de 2016

Ruta: El Arenal-La Francisca-El Collado de La Casa-Guisando-Pelayos-Pescadores.

 Domingo treintaiuno de julio, después de “las pertinentes  gestiones nocturnas”, repetimos (¿habrá más?) y en coche nos desplazamos a la cercana villa de Arenas. Nuestro amigo Alberto “El Maestro Ceramista”, nos arenga y nos invita a afrontar otro reto montañero; un sexteto de caballeros veleños componemos la osada cuadrilla, huyendo del extremo calor y las abrasadoras llanuras, marchamos a la conquista de “las gélidas alturas”.

    Animados y expectantes iniciamos la jornada, luciendo “palmito”  con las vistosas equipaciones, recorremos las frescas y desiertas  calles de Arenas ; unos tiritando, otros, comentando “que los manguitos no nos habrían sobrado”. Cabalgamos por la vía de las piscinas naturales –antes, el primer repecho ya nos había calentado-; suntuosos chalets y viviendas bien cuidadas se dispersan por la pista asfaltada. A nuestro paso, un surtido vergel arbolado; castaños, robles, cerezos y espigados pinos, haciendo compañía al animado río y engalanando el mágico lienzo serrano. Salvamos ¿pequeños repechos? hace ya “un buen rato” que entramos en calor, nos recreamos por el estrecho sendero, entre frutales y verdosos  helechos, camuflado y nos encaramamos en una tendida subida “que nos pone a prueba y nos examina por la etérea utopía”. El escenario pinar nos embelesa y armoniosos  adjetivos superlativos resuenan entre la frondosa y perfumada arboleda. Después del primer sofocón, entramos en un terreno más plácido y sereno; duendes y elfos salen a nuestro encuentro y la reina de las ninfas deportistas nos alegra y pinta de colores el agradable día. En la villa del Arenal, paramos a abrevar, nos paseamos por sus acogedoras calles y Gabriel “Lamparillas” hace una parada de consuelo para ordeñar a los repletos y pintorescos cerezos; más adelante, nos enfrentamos  al dragón hormigonado,  por la iluminada postal y los rugidos del agua salvaje al bajar; repechos del diecisiete por ciento, enjaulados entre muretes de piedra y un pasadizo de fornidos árboles, por la senda de la  sombra “que bien se está”. De uno en uno vamos coronando, esperamos y nos agrupamos, para continuar escalando ¿dónde queremos llegar? Entre todos, sembramos de virtudes el destacado lugar; Diego “Sin Miedo”, idolatra cada pedalada que da; Ilde “El Suegro”, puesto de honor al “más combativo”, destaca la prosperidad de la sobresaliente estampa y Roberto “El Bueno” por estos lares, se entretiene “a la captura de algún pokemon”. Sobre nuestras cabezas, reconocemos las altas cotas que atentamente nos vigilan, El Puerto del Arenal y la Cabrilla ¿quién da más? Nos adentramos en una espiral de belleza “sin par”, larga bajada para volver a trepar por un callejón arbolado en el sombrajo refugiados y continúan los ya incontables surtidores de agua a cada paso; esto es un lujo para el alma y los sentidos, “sólo el que puede ver lo invisible, puede hacer lo imposible”. En plena armonía  y comunión, descendemos unos metros para repostar en el refrescante pilón. Compartimos viandas del menú tradicional y “exquisitas cerezas” para la ocasión, gracias a nuestro amigo Gabriel que se ha sacrificado, para compartir con el pelotón; minutos de relax y en la charca Francisca, disfrutamos de sus afortunadas vistas y de la perceptible tranquilidad que se nos brinda.


    



















































































       Reemprendemos la marcha por la vía forestal, atentos a la cartelería, a nuestra derecha “otra subida” amena y bastante entretenida, para despertar a “las piernas entumidas”; pierdo la noción espacio-temporal “ante la encumbrada fantasía”, arribamos en “El Collado de La Casa”, hacemos un guiño a las múltiples opciones que se nos presentan y al final, nos decidimos por el descenso a media ladera; en la relajada bajada, identificamos localidades de la periferia, “allá el Arenal y aquí abajo, rodeado de pinos se asoma El Hornillo”. Alberto nos ilustra y nos informa en cada cruce y se corona como oficial  anfitrión de la intrépida expedición. Sobrevolamos el estirado descenso, disfrutando del momento y degustando los placeres del aire límpido, que se  desprenden de la serenidad del bosque enaltecido: un marco excepcional, colosal, digno de admirar y adorar. Entramos en el pueblo de Guisando, recorremos sus angostas y frescas calles, foto de rigor y otra vez,  hacemos “un topabajo largo”; mis compañeros se lanzan “endemoniados”, poseídos por el hechizo montano y  el poético encanto que gobierna a  estos elegidos recovecos. Para brindar por la elogiada faena, nos adentramos en un laberinto de estrechas y divertidas veredas; Pelayos y Los Pescadores, disparan los flashes y nos hacen el triunfal paseíllo y entre sus espectaculares pasos, nos llenan de honores. Sin más novedad, paseamos satisfechos por Arenas –con ganas de más-, bromas y risas por algunas “bolerías” dichas y en la coqueta urbanización, otro día más, a la sombra de los pinos, Raquel y Alberto, nos invitan a un refrigerio: Muchas Gracias.



   











































      En definitiva, ruta circular de 46 kilómetros, los caminos transitados han sido: Camino Piscinas Naturales,  Camino-senda del Hornillo; El Tejar, Los Pradejones, El Berrocoso; Los Colladillos, Majomingo,  Los Torneros, Los Tejos, Puente de La Francisca, Collado de La Casa, El Hoyuelo, El Brezo, Guisando-Senda del Pelayos, Senda de Los Pescadores- Arenas. Hemos pasado por El Arenal y Guisando.

Pd: Alberto, Diego, muchas gracias por vuestra aportación fotográfica (5).


   Buen día………..SALUD.



“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 

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