martes, 30 de agosto de 2016

Ruta:Almendral de La Cañada-Antenas (Piélago)

Domingo 28 de Agosto, treinta minutos antes de la hora acordada, nos damos cita en el habitual punto de encuentro; para campear el temporal, “tenemos etapa especial”. Cuatro caballeros veleños somos “los convocados”, con las burricletas bien dispuestas y prestas para “la brutal contienda”, nos toca bregar por tierras pielagueras.

    Iniciamos la jornada, buscando la vasta e inmensa cañada; para despertar, rodamos en modo distendido, reservones y montados en un ritmo cansino ¡Vaya galbana llevamos! Si queremos salir airosos del “ambicioso reto”, ya podemos echar ganas y “algo más”. Por estos lares, con pericia y concentrados, los infernales arenales, salvamos; después,  nos perdemos por la estirada vía, hablando de todo un poco y con “la pancarta de meta” colocada allá al fondo; avistamos la ganadería de los bravíos astados y retamos a los primeros repechos, “pero sin entregarnos” ya que nos espera un día bastante largo y ajetreado. Llegamos a Sotillo y allí nos aguardan como habíamos acordado; Ilde “El Suegro”, Diego “Sin Miedo” y unos amigos, que vienen como invitados a este relatado sarao; después de los  saludos y presentaciones de rigor de los nuevos compañeros, nos lanzamos por “el intermitente tobogán”, donde nos recreamos por la agradecida sombra, con los frescos y tímidos susurros  del arroyuelo  y el cambio de postal –discontinuos subes y bajas-  que hace más llevadero el alegre cabalgar. Arribamos en el pilón de Navamorcuende, es la hora y el elegido lugar para repostar y las reservas recargar; compartimos fruta fresca, pasas y dulces; también con ganas nos refrescamos e hidratamos (“por lo que pueda pasar”), para combatir el sofocante calor, que desde bien temprano ya nos amenaza.


     






































     Reemprendemos la marcha, cruzando la villa montesa y nos adentramos en “El Dragón Khan”, discontinuos subes y bajas (“más duro de vuelta”) que nos alertan, para aclimatarnos “con la que nos espera”; a nuestro paso, el camino rasgado,  en plena bajada, saludamos a un grupo de senderistas, salvamos tendidas pendientes camufladas y “un cuantioso rebaño de cabras” bien custodiado, también nos retrata. En la llegada al Almendral, suenan  gaitas y dulzainas y algunos acordes de “música celestial” y no porque estén de verbena precisamente; ante nosotros, se presenta amenazante, el   elevado castillo de monumentales pendientes; “cada cual,  como pueda” –para no olvidar nuestro lema-  y nos configuramos en “modo de penitentes”, la cuadrilla de valientes. A nuestro paso, perfiles exagerados apuntando “al cielo”, entre castaños y a la sombra bien resguardados, apretamos y cómo podemos, escalamos. Ilde “El Suegro” comienza a “radiar” los exigentes desniveles y Alberto “El Maestro Ceramista” con el gancho nos arrastra y en línea nos guía; vamos salvando pronunciados y estirados repechos hormigonados “sin tregua ni miedos”, hasta dónde hemos llegado. Dos burriclistas “sonrientes” vienen de bajada y nos avisan, “que lo más duro, nos queda todavía”, ¡vaya ánimos que nos dan! Ya nos podían haber comentado “algo más bueno”, si  eso que han dicho, lo sabemos y lo vamos sufriendo. Por eso de hacer algo más y llevar la cabeza “ocupada” (como si fuera poco “sufrimiento” mantener el aliento) me centro en “el trillado tópico: todo está en la fuerza mental” ¡ya! Pero las piernas algo tendrán que hablar por el descomunal  andurrial. De uno en uno, vamos coronando el tramo más delicado, esperamos y nos agrupamos hasta que todos llegamos; hacemos comentarios varios, “mientras chorreamos a cubos y  bien coloraos, pintamos”, tiramos por el bosque de robles, más cómodo y llevadero, pero todavía hacia “el infinito apuntando”. Es una gozada, el deleite  de esta  continua escalada (“nos va la marcha”), fotografías de rigor y lo que cuesta enlazar con  el pelotón por parar un suspiro a retratar; a la vista tenemos otro pilón, al lado del mirador, casi sin “apearnos de las burricletas”,  algunos,  paramos a llenar las botijas y Roberto “El Bueno” levanta el helado  abrevadero y para refrescarse, se lo echa por todo el cuerpo. Continuamos por la interminable ascensión, nos entretenemos con los amables olores que se columpian  del frondoso robledal, arrinconados  en un paraje singular; algo “apretamos” en el “penúltimo tramo”, hasta llegar al “collado del Piélago”. En este punto, lo echamos a suertes ¿subimos a las antenas?  Ya que estamos; tenemos empate técnico a cuatro, “utilizamos el comodín del público” y los atentos senderistas (“previa consulta”, había que buscar una “excusa”) con su voto afirmativo nos animan a coronar. Roberto, nos espera abajo, no se apunta a este “trago”, esta no es la etapa oficial; me da, que tenemos que volver otro día más ¿por qué será?  No se hable más, animados  y con mucha devoción, nos enfilamos a “la base lunar”; el camino está bien mimado, nos recreamos con las genuinas vistas que nos acompañan a ambos lados y en un “santiamén” en el pódium nos encaramamos: Fotos de rigor para el recuerdo, echamos un vistazo desde el alto de la  garita, para alimentar los ávidos  sentidos y enmarcar la encomiable postal y  para Ilde, el premio de honor, al caballero  más combativo por su empuje y tesón. Desde aquí, hacemos el vertiginoso descenso, entre un mar de castaños y pinos; avistamos localidades viriatas, nos adueñamos de la permanente quietud y nos perfumamos con la removida resina del acicalado pinar. Sin  entrar en la Hinojosa,  despedimos a los compañeros “talaveranos”, que nos dejan y  por carretera van a marchar; me da, que se  llevan una sonrisa en la cara ¿por qué será? El cuarteto veleño, con Francis "El Paciente" liderando y con "el cuchillo entre los dientes", bicheamos por rincones y callejones más ocultos y  pintorescos, entre jaras y enebros, que nos abren  el angosto y revirado sendero, de piedra suelta y ramas secas, sembrado; sin darnos cuenta,  por el rápido camino hormigonado, a Marrupe llegamos, paramos a abrevar, nos refrescamos y entre todos “el camino de vuelta más cómodo –pero más largo-  acordamos”. Marchamos con un ritmo alegre, a pesar de la dura jornada que llevamos; en “cuatro caminos”, hacia Cervera giramos; salvamos los repechos pertinentes, “sin prisa ¿o sí? pero sin pausa” cabalgamos “como si nada”; atrás dejamos la aldea montesa y por la asfaltada  pista rural, volamos hacia casa; pasan a toda velocidad los áridos fotogramas, mientras nos damos relevos, para descargar y hacer más llevadero el resentido esfuerzo; cruzamos la localidad “cagarrache” y el amigo Roberto, en Mejorada también se despide y toma la alternativa más directa. Los demás, marchamos “entregados”, sabemos que nos queda el último apretón, para “clausurar el planificado  etapón”; atiza el calor, comienza a pasar factura el titánico empeño realizado y también, hay amagos de calambres en el último arreón. Sin más novedad, paseamos por el escenario abrasado  de “La Gamonosa”  y por la confortable bajada, ya  avistamos la villa de Velada: felicitaciones a los compañeros de faena y hasta la próxima jornada.

 
    




































































































     Resumiendo, ruta circular de 90 kilómetros, los caminos transitados han sido: Cañada Real Leonesa Oriental (Velada-Navamorcuende); Camino de Navamorcuende-Almendral de La Cañada-Hinojosa; Camino de Navamorcuende-Marrupe-Segurilla; Camino de Sotillo a Cervera de los Montes-Segurilla-Mejorada-Velada.


       Pd: Diego, muchas gracias por tu aportación fotográfica (3)


       Buen día……………SALUD.




“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 

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