Viernes, día once de agosto a las
22:00 horas es la fecha pactada para la marcha nocturna, con denominación de
origen y etiqueta de clásica. Trece caballeros, entre gamoninos y veleños, invitados,
compañeros y amigos, para tal evento, todos son bien recibidos. Con las burricletas
bien dispuestas y cuidadosamente tuneadas con candiles, destellos parpadeantes
para señalizar, linternas varias y “alguna farola”, estamos puntuales a la hora
señalada. Destacar “el debut nocturno” y agradable compañía de Jose Luis
“Quini” y la presencia de Alex “El Benjamin”,
hijo del ilustre compañero Manuel, así como la presencia de un
escudero “del autodenominado equipo B”.
Iniciamos la jornada con la noche bien
entrada, recorremos las calles más emblemáticas de la señorial villa, que a
estas horas con luces artificiales se
ilumina; salimos a la intensa oscuridad y
por el apagado camino de Arenas, todos los achiperres comienzan a funcionar; también,
se disparan los flashes de las cámaras para estos momentos ilustrar y
así poder “atestiguar”. Cabalgamos por el carril del silencio que mece y mima a la
dehesa adormilada, somos testigos del reconfortante frescor de la noche, así da
gusto salir “a dar pedales”, mientras algunos compañeros (Alberto “El
Maestro Ceramista y Antonio Medina) “en
la primera línea se destacan” ¿es que lleváis prisa? ; otros (Roberto El Bueno,
Ángel “El Guerrero” y El Relatero),
desde la retaguardia, hacemos
labores solidarias y de cicerone y
“alumbramos” el camino e impartimos tutoriales de supervivencia y otras
lecciones magistrales. Bajo la cúpula estrellada, salvamos los siempre
incómodos y temerosos arenales, a
la vez
que sembramos de polvo la serena vía, nos guarecemos con la inquebrantable y hospitalaria oscuridad. A nuestro paso, nos recreamos con
la palpable quietud y los resquicios de vida que la noche alberga; desde la primera línea avistan algún “jabalí” que por su arrojo y movimientos
“tiene que ser un buen bendo”, un hábil raposo que entre la maleza se
“escabulle” y también, escuchamos los bandazos de las aves (¿palomas
o águilas serán?) de las encinas despegando y alguna liebre –sin consecuencias-
que al morral echamos. Cuando hace falta, en medio de la espesa negrura nos agrupamos y nos detenemos a esperar –
damos novedades de los incidentes que en la parte trasera se suceden- y alguna linterna que se ha desmontado y ha salido “volando” cuesta abajo, también tenemos que buscar; cabalgamos por
los idílicos escenarios de sensaciones,
que las reposadas sombras nos han
preparado; amenizadas chácharas y
divertidas conversaciones hacen más a
meno “este paseo de noche” en medio del oscuro monte; en esta ocasión, “no encontramos ni vaquera, ni trashumancia
en mitad de la cañada”, otra vez será –comentamos los damnificados-. Entre
“pitos y flautas”, reconociendo los pasos tantas veces “tanteados”, haciéndolos
más frescos y llevaderos, arribamos en la barriada de La
Corchuela y “tendrá que ser tarde” porque no nos encontramos “ni con el sereno”.
Paramos unos minutos a repostar e hidratarnos; compartimos viandas, frutos secos y pasas;
revisamos y cambiamos las baterías agotadas, en esto, no demoramos mucho y en
un “santiamén” nos ponemos en marcha.
Reemprendemos la etapa por el camino
de Velada, y nada más iniciar, en el
levantado camino de hormigón, “tengo un apagón”; la luz principal he de cambiar, “trabajo exprés” y a cabalgar. A lo
lejos, vemos luces que se mueven, los de la parte delantera ¿se habrá salido de la
senda? Les damos voces y silbamos, pero nada, nos damos cuenta que “un
todoterreno”, la pista equivocada les va balizando, “son los de la marcha de
todos los años”; al principio del camino real
enlazamos con nuestros compañeros, sorteamos obstáculos varios, tramos
agrietados que con habilidad esquivamos, provocados por las
lluvias de temperada y el paso de
vehículos pesados. Desde este punto, divisamos villas “ bien alumbradas” y estrellas fugaces que nos abren el paso y nos guían por la iluminada avenida;
“sin querer y apenas darnos cuenta” salvamos el pequeño desnivel “del cordel”, surcamos
el camino ganadero en medio de la embriagadora noche, cuando desde la
retaguardia solicitamos apagar las luces y recrearnos con las vistas y susurros
que la penumbra nos ofrece: “Cuando bordeamos un abismo y la noche es tenebrosa,
el jinete sabio suelta las riendas y se entrega al instinto del caballo”. Pasados unos minutos, llegan los demás
compañeros y nos pillan de esta guisa, en plena “contemplación nocturna”; “pensábamos que os había pasado algo” –nos
comentan preocupados-. Les comentamos el motivo de la obligada parada y
continuamos con la marcha; atrás, dejamos las dormidas labranzas, los arenales
conocidos y “por El Carril de las Mulas”, con nuestra lúcida presencia, damos
brillo al oscurecido camino; bien agrupados cabalgamos, pero más adelante “un trío anda escapado;
espantamos a la vacada que reposaban en mitad de la vía, y algún compañero
“pasa atento y disimulando” ya que
de los sorprendidos astados “no se fía”. Sin más novedad, recogemos los
girones de la oscuridad, guardamos los retales multicolores con los que nos ha
agasajado la serena noche y en la “laguna conejera” despedimos a los amigos gamoninos y “cada
mochuelo a su olivo”. Los demás, arribamos en el punto de partida, buscamos
alguna ermita abierta para “abrevar” y
continuar la jarana, intercambiar
opiniones y brindar por el aquelarre un año más……..Muchas gracias compañeros.
Resumiendo, ruta circular de 45 kms,
los principales caminos transitados han sido: Camino de Arenas de San
Pedro-Parrillas-Navalcán, Camino de Los Veratos, Cañada Real Leonesa
Occidental-La Corchuela. Camino de La Corchuela- Velada, Camino Real, Carril de
Las Mulas-Velada.
Pd: Jesús, muchas gracias por la
aportación fotográfica (2)
Buen día……………….SALUD.
“mil caminos por
andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni
sitio….”
Pedazo crónica compañero Víctor.Un placer y esperemos que no sea la última.
ResponderEliminarPor lo menos por luces no será.
Quini, muchas gracias....Por supuesto, que no será la última y andando también es otra alternativa. SALUD.
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