jueves, 17 de agosto de 2017

Ruta: Subida a La Centenera-La Penca- Penca Baja y El Puente de La Francisca.

Domingo, trece de agosto y como dice el refrán “en agosto refresca el rostro” y sobre todo, si nos desplazamos a la villa serrana de Arenas. Cuatro caballeros veleños, somos los convocados para el épico evento montañero, que nos tiene preparado el amigo Alberto. Con las burricletas bien dispuestas y prestas para la contienda, en esta etapa, ponemos el punto de partida en el puente del Río Arenal, en frente de “La Bombonera”.

Iniciamos la jornada, “tiritando, por las bajas temperaturas a las que no estamos acostumbrados” en esta época; camino de las piscinas naturales, avistamos lujosos “chalets” y bucólicas chozas, rodeadas de cuidadosas parcelas ajardinadas; entre la frondosa y fresca arboleda, acompañamos el agradable sonido del riachuelo, removiendo las cortinas del aire fresco,y encaramados en un discontinuo tobogán de cuestas. Salvamos los pequeños repechos que salen a nuestro encuentro y también damos los buenos días “a la ninfa deportiva de los cuentos”; sin darnos cuenta, cambiamos de pantalla para adentrarnos en la senda de los sueños, un espacio sutilmente engalanado, bien perfumado y por los galantes pinos custodiado. Por estos agraciados lares, nos paseamos entre un callejón de castaños “a estas alturas, de frutos bien cargados” y por la trocha empedrada,  en la villa del Arenal arribamos; saludamos al “solitario aventurero talaverano” y hablando y preguntando, resulta ser un conocido de Alberto; le contamos el plan diseñado, y sin pensarlo, de confianza sobrado, se anima a acompañarnos. Desde este punto, afrontamos el exigente asalto por el empinado camino hormigonado; unos amables lugareños, entre risas  nos avisan “que ahora empieza lo bueno”; menos mal,  que vamos a la sombra y entre castaños y pinos bien resguardados; comenzamos a salvar los duros repechos, con desniveles de más del  20% según nos comenta Antonio Medina “El Estratega”;  durante la ascensión mencionada, no se escucha “ni un suspiro”, ninguno de los  componentes  hablamos; “poco a poco” vamos cogiendo más  altura, después de una curva y otras pocas más, unos metros más atrás,  desde la retaguardia –que remedio- observo el alegre cabalgar de mis compañeros; “El Maestro Ceramista”, marca el ritmo y Cristóbal “El Nazareno” – a pesar de no haber dormido- da la cara con desparpajo y mucho brío. Atrás, dejamos los tramos más agresivos  y complicados, ahora sí, el  bravo quinteto, agrupados cabalgamos;  salimos al tramo asfaltado y “El Alto de la Centenera” conquistamos. En este punto, contemplamos las vistas, fotografías de rigor y con algo de prisa “un tentempié echamos” para las fuerzas recuperar. Después, de algunos minutos de descanso, encaramos algunos kilómetros de bajada; de paso, paramos a abrevar y las botijas recargar, nos despedimos del “talaverano” y más abajo,  en el cruce de La Marañega nos desviamos. Planeamos por el desolado – desde hace años- territorio serrano; por aquí, parece que “algo” de calor, por el paraje lunar nos va a acompañar; transitamos  la pista bien balizada, el majestuoso despegar del águila, rompe la pausada calma que preside  la encumbrada postal y  en el conocido desvío, resuenan tambores de guerra y la vía  se empina de forma radical;  continuamos la severa escalada, cuando se abre el camino de “La Penca” nuestro objetivo estelar. Tomamos posiciones y paso a controlar la parte trasera, bastante tenemos con dominar las fuertes pendientes montañeras, mantenernos sobre las piedras y salvar otras  tantas regueras, arenilla suelta y pasos técnicos que hacen más temerosa y dura “la dichosa trepada”. De vez en cuando, las burricletas se espantan y encabritan y pie a tierra tenemos que poner, a pesar de nuestro bravío  empeño y  constante proceder. Después de “tanto penar”,  de uno en uno vamos coronando “la improvisada  plataforma”, aparcamos las cansadas monturas y “bien alineados”  hasta el templo más alto nos encaramamos.  Desde aquí, nos deleitamos con las genuinas vistas, -mientras aprovechamos para picar e hidratarnos- por aquí y por allá, el valle es más espectacular, hasta que somos abducidos y  llegamos “al limbo”  de tanto admirar. También, aprovechamos para inmortalizar agradables momentos, recrearnos desde el sencillo mirador y tenemos unos minutos para reposar, “con lo que nos ha costado llegar”, ahora a los sentidos tenemos que alimentar. 




























Reemprendemos la marcha, en esta ocasión, bajando el camino rasgado que a prueba nos había puesto y  tanto “sudor y apretones”  nos había costado, por lo que  extremamos  la precaución. Todavía la fiesta no había terminado y también subimos “la pared” de “La Penca Baja”, no ha estado mal,  el exigente  arreón – que nos pone a prueba una vez más-  además, pensaba que hablábamos de kilómetros  de cuesta   y ha sido sólo “un cacho y casi echamos el hígado”. Desde aquí, con tanta emoción y calores de satisfacción,  nos falla la brújula y bajamos la senda equivocada, ¡¡¡pero no pasa nada!!! Tenemos nuestros minutos de aventura, para hacer más grande la magna hazaña;  entre altas  retamas, matas sudadas de jaras y zarzas cabreadas; tenemos que hacernos con una estaca para abrirnos paso por el olvidado y quebrado  camino  de bajada. Después de jugar a exploradores y desbrozadores, aparecemos llenos de arañazos, vamos,  que parece que nos han atacado  osos  entre la maraña de  maleza sembrada; después del ataque de los matorrales,  salimos a la vía asfaltada y desde aquí,  otra vez hasta El Arenal  tenemos otro tramo de  escalada; por el cómodo camino,  el agua no puede  faltar y pilones y fuentes encontramos a cada paso; atravesamos la concurrida villa y algunos conocidos saludamos y desde el punto señalado, dirección El Hornillo, para hacer la última subida de la etapa. Tomamos el carreterín del Mirador y en una estirada y apacible sombra y bien protegidos por la tupida arboleda,  comenzamos la tendida ascensión; entre un bosque de castaños, un pinar embriagador y chorreras de agua que inundan la densa  cuneta, parece que esta faena se hace más amena. Alberto y Medina, no paran y tensan bastante la cuerda; Cristóbal y El Relatero, sin bajar la guardia, hacemos este tramo “algo más pausados”, parece que la sierra nos está pidiendo “tiempo muerto y algo de descanso” –entre risas comentamos. Menos mal,  que el escenario es digno de admirar y disfrutar  y después de “bregar por estos lares”,  en “La Francisca” nos reunimos con los adelantados compañeros: “Lo realmente importante no es llegar a la cima, sino saber mantenerse en ella”. Ahora sí, toca defender  la larga bajada y recrearnos por la estampa montañera, recogiendo los resquicios del aire límpido, contemplando los agradables fotogramas que se esconden tras las ramas  y recuperando el resuello por el esfuerzo realizado. Para clausurar la monumental  etapa, buscamos el laureado y afortunado rincón de La Lobera  y desde aquí, “a tumba abierta” hasta Arenas nos lanzamos. Nos refrescamos, guardamos las burricletas y para enmarcar la épica “pata negra” brindamos con exquisitos pinchos y zumo fresco de cebada. Gracias compañeros.


















Resumiendo, ruta circular de 56 kilómetros los principales caminos transitados han sido: Camino de Las Piscinas Naturales, Los Torrejones, El Tejar, La Malana, Camino del Puerto El Arenal- Puerto de  La Centenera; Camino de la Morañega- La Penca- La Penca Baja- El Arenal- El Hornillo- Camino forestal del Mirador Estelar, La Razuela, El Puente de La Francisca- El Hornillo- Senda de La Lobera-Embalse Ríocuevas -Arenas de San Pedro.

Pd: Alberto, Cristóbal, gracias por vuestra aportación fotográfica (7).


Buen día…………..SALUD.



“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 

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