miércoles, 9 de agosto de 2017

Ruta: Subida al Techo del Mundo-Puerto Pedro Bernardo-Aflecho

Domingo, seis de agosto, en el día de hoy, nos desplazamos hasta “Playas Blancas” para afrontar otra nueva batalla. En esta jornada, tenemos destacadas y notables ausencias, pero estas bajas, de ilusión y  ánimos no deja a la miniescuadra tocada; todo lo contrario, expectantes y pletóricos afrontamos el reto montañero. Cuatro caballeros veleños somos los elegidos, la consigna es clara y poco arriesgada, continuamos con “la orden” de las etapas pasadas, escalar hacia las cotas más altas.

Iniciamos la jornada y desde el minuto uno, cabalgamos y enfocamos la brújula “apuntando parriba”, ¿qué contaros de 20 kms de escalada? Nos adentramos en el inmenso y transparente  pinar, sintiendo los bandazos del aire fresco ¿y acordándonos de los manguitos en estos momentos? Nos impregnamos de los seductores olores que rezuman desde el museo de piedras y de la magna arboleda; a nuestro paso, un campo de helechos se extiende por las frondosas cunetas, mientras “los convocados” sólo pensamos en cuestas; alegremente cabalgamos, recreándonos y mimetizándonos con el privilegiado entorno, también sin dejar de mirar atrás y cuando hace falta, esperar. Aviso a mis compañeros cuando “pisamos” el terreno hormigonado “atención,  tramos empinados”; por el callejón arbolado, una alfombra de pinochas para disimular la vía de  cemento, fuertes repechos salen a nuestro encuentro, entre árboles frutales y unas afortunadas vistas de “ensueño” que tenemos de frente, identificando los izados picachos. Después del primer arreón, entramos en San Esteban, visitamos la plaza para coger agua fresca y resulta que, en la acogedora villa están de fiestas; pero,  “los intrépidos  cuatreros” a lo nuestro, “ahora viene lo bueno” –les comento; nos encontramos con un par de kilómetros hormigonados, bien encajonados en la calleja  pinera de la especial cuesta, ¿dónde estará el depósito del “diablo”? Cristóbal “El Nazareno” y Medina “El Estratega” toman la pina iniciativa (“No conocían dónde se metían”), aprietan y se retuercen, mientras nos anuncian “hay un 24% de desnivel” en  algún tramo, una curva y otra más en la dura escalada y el mencionado depósito, todavía  sin aparecer. Después de algunos resoplíos y otros tantos bufidos, de  uno en uno vamos apareciendo en terrenos “menos agresivos”  y “sobre el inesperado susto” comentamos y “cómo las piernas han quedado”. Desde aquí, el terreno se hace más llevadero, pero de la tendida y larga  subida  no nos libramos; momentos de chácharas y buena armonía entre los congregados; se hace un silencio atroz, cuando a nuestra izquierda sale  una repentina cuesta, “me quedo mirando”, se detiene el tiempo y  se respira una intensa calma y según me comentan “he marcado  muestra”;  risas y bromas, pero continuamos en línea recta por el frondoso bosque y la enigmática estampa; me refugio en agradables recuerdos vividos por estos lares, mientras reconozco las entradas a mágicas veredas para enlazar con otras sonadas épicas  ya narradas. Coronamos “El Techo”, fotos de rigor y echamos un vistazo desde las alturas, para degustar la impresionante panorámica que en la distancia nos embelesa y  domina; desde aquí, es todo más sencillo, “alegramos” el ritmo y nuestro amigo Gabriel “Lamparillas” está eufórico, “tiene buenas sensaciones, se ve entero y dispuesto” para este novedoso  reto montañero; atrás dejamos pilones y abrevaderos, también la agitada  majada, mientras damos los buenos días “a los ajetreados resineros”. De todo lo relatado, lo mejor, es que desde que comenzamos, llevamos toda la subida a la sombra –todo un lujo, evitar el chicharrero-  con una temperatura más que agradable y el amigo Cristóbal, grabando “todo el encanto” que vamos conquistando. Sin novedad, por el refrescado camino, en el puerto arribamos; acerco a los osados  invitados al conocido pilón y aquí, repostamos y nos hidratamos. Les propongo a mis compañeros, seguir escalando y enseñarles desde el distinguido mirador “la auténtica beldad montañera”; parece que no lo tenemos claro, pero ninguno se amilana, ni para atrás se echan; en los minutos decisivos, saludamos a otro grupo de burriclistas y nos dan el visto bueno, para continuar con el plan propuesto.







  

















































Pues lo dicho, continuamos la marcha y retomamos “la monotonía” de la ascensión, afrontando el exigente repechón; al principio,  parece que nos cuesta mover las piernas, dos minutos y estamos configurados “en modo escalador”;  por el acicalado monte, nos probamos  y salvamos duras rampas –para mis compañeros, desconocidas-; rescatamos el aire cristalino que encontramos a nuestro paso,  hasta  parece que hay un semidescanso; nos agrupamos y volvemos a esperar. Desde la loma tantas veces admirada y relatada, nos quedamos sin habla, nos recreamos con las vertiginosas vistas hacia Pedro Bernardo y la fuerte sensación, de ser minúsculos entes, deambulando por la colosal cadena montañosa; a nuestro paso, más agua por el camino de “las vaquerizas”, una portera también tenemos que abrir (aunque parezca mentira)  y una  última pendiente,  que nos pone a prueba, antes de la ansiada fortaleza  coronar. Unos minutos para “echar un vistazo” al encumbrado decorado, gastamos los adjetivos superlativos, mientras mis compañeros de fatigas,  asienten sobre la acertada decisión para encaramarnos en el majestuoso torreón: “cualquier cosa que la mente puede concebir y creer, puede ser conseguida”. Desde este punto, afrontamos el territorio de descenso, “previo aviso” de extremar precauciones, ya que el terreno suele estar “más que quebrado”; avistamos el barranco de las cinco villas, refugiado entre un mar de pinos,  también aparecen cumbres conocidas que nos recrean los sentidos y la vista ; descendemos hasta “El Puerto de Serranillos”, por aquí, se hace el camino más distendido; disfrutamos la cómoda y estirada  bajada; TULÉ,TULÉ, TULÉ, el amigo Gabriel rompe la calma de un ensimismado senderista, que tras el repentino susto, precisamente  no le da los buenos días. Cruzamos San Esteban, buscando “La Senda de Las Cinco Villas”; momentos de relax y distensión por el estrecho camino y para rematar la faena, nos colamos por la angosta vereda que hasta Santa Cruz nos lleva; antes de salir,  tenemos un imprevisto, a Medina “El Estratega” parece que le ha “picado un bicho”, cero problemas “este guerrero es de piedra”; victoriosos,  cruzamos las calles de la festiva villa  y buscamos el camino de “Las piscinas”,  para descender entre huertas y árboles frutales hacia la gran cañada. Desde la anchurosa vía, resuenan toques de corneta, “la etapa está casi hecha”, metemos una marcha más y entre un escenario de colosales pinos, arribamos triunfantes a nuestro destino. Felicitaciones entre los compañeros  por la provechosa etapa y para celebrarlo,  refrescos y zumo de cebada para clausurar la jornada. Gracias compañeros. Hasta la próxima.

 























Resumiendo, ruta circular de 48 kilómetros los principales caminos transitados han sido, camino del Amoclón, Los Pozos,  Las Gargantillas, Camino del “Depósito”- camino de Lanzahíta (GR 180) Techo del Mundo- Puerto de Pedro Bernardo- Camino de “Las Vaquerizas” hasta “El Aflecho”- Puerto de Serranillos-San Esteban del Valle- Senda de Las Cinco Villas- Santa Cruz del Valle- Camino de La Piscina- Cañada Real Leonesa Occidental- Camino del Amoclón-Playas Blancas.

Pd: Cristóbal, muchas gracias por tu aportación fotográfica (4).


Buen día………….SALUD.



“mil caminos por andar y mucho tiempo perdido sin saber a dónde ir,  no tengo tiempo ni sitio….” 

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