Domingo, seis
de agosto, en el día de hoy, nos desplazamos hasta “Playas Blancas” para
afrontar otra nueva batalla. En esta jornada, tenemos destacadas y notables
ausencias, pero estas bajas, de ilusión y ánimos no deja a la miniescuadra tocada; todo lo
contrario, expectantes y pletóricos afrontamos el reto montañero. Cuatro
caballeros veleños somos los elegidos, la consigna es clara y poco arriesgada,
continuamos con “la orden” de las etapas pasadas, escalar hacia las cotas más
altas.
Iniciamos la
jornada y desde el minuto uno, cabalgamos y enfocamos la brújula “apuntando
parriba”, ¿qué contaros de 20 kms de escalada? Nos adentramos en el inmenso y
transparente pinar, sintiendo los
bandazos del aire fresco ¿y acordándonos de los manguitos en estos momentos?
Nos impregnamos de los seductores olores que rezuman desde el museo de piedras
y de la magna arboleda; a nuestro paso, un campo de helechos se extiende por
las frondosas cunetas, mientras “los convocados” sólo pensamos en cuestas;
alegremente cabalgamos, recreándonos y mimetizándonos con el privilegiado
entorno, también sin dejar de mirar atrás y cuando hace falta, esperar. Aviso a
mis compañeros cuando “pisamos” el terreno hormigonado “atención, tramos empinados”; por el callejón arbolado,
una alfombra de pinochas para disimular la vía de cemento, fuertes repechos salen a nuestro
encuentro, entre árboles frutales y unas afortunadas vistas de “ensueño” que
tenemos de frente, identificando los izados picachos. Después del primer
arreón, entramos en San Esteban, visitamos la plaza para coger agua fresca y
resulta que, en la acogedora villa están de fiestas; pero, “los intrépidos cuatreros” a lo nuestro, “ahora viene lo
bueno” –les comento; nos encontramos con un par de kilómetros hormigonados, bien
encajonados en la calleja pinera de la
especial cuesta, ¿dónde estará el depósito del “diablo”? Cristóbal “El
Nazareno” y Medina “El Estratega” toman la pina iniciativa (“No conocían dónde
se metían”), aprietan y se retuercen, mientras nos anuncian “hay un 24% de
desnivel” en algún tramo, una curva y
otra más en la dura escalada y el mencionado depósito, todavía sin aparecer. Después de algunos resoplíos y
otros tantos bufidos, de uno en uno
vamos apareciendo en terrenos “menos agresivos” y “sobre el inesperado susto” comentamos y
“cómo las piernas han quedado”. Desde aquí, el terreno se hace más llevadero,
pero de la tendida y larga subida no nos libramos; momentos de chácharas y
buena armonía entre los congregados; se hace un silencio atroz, cuando a
nuestra izquierda sale una repentina
cuesta, “me quedo mirando”, se detiene el tiempo y se respira una intensa calma y según me
comentan “he marcado muestra”; risas y bromas, pero continuamos en línea
recta por el frondoso bosque y la enigmática estampa; me refugio en agradables
recuerdos vividos por estos lares, mientras reconozco las entradas a mágicas
veredas para enlazar con otras sonadas épicas
ya narradas. Coronamos “El Techo”, fotos de rigor y echamos un vistazo
desde las alturas, para degustar la impresionante panorámica que en la
distancia nos embelesa y domina; desde
aquí, es todo más sencillo, “alegramos” el ritmo y nuestro amigo Gabriel
“Lamparillas” está eufórico, “tiene buenas sensaciones, se ve entero y
dispuesto” para este novedoso reto
montañero; atrás dejamos pilones y abrevaderos, también la agitada majada, mientras damos los buenos días “a los
ajetreados resineros”. De todo lo relatado, lo mejor, es que desde que
comenzamos, llevamos toda la subida a la sombra –todo un lujo, evitar el
chicharrero- con una temperatura más que
agradable y el amigo Cristóbal, grabando “todo el encanto” que vamos
conquistando. Sin novedad, por el refrescado camino, en el puerto arribamos;
acerco a los osados invitados al
conocido pilón y aquí, repostamos y nos hidratamos. Les propongo a mis
compañeros, seguir escalando y enseñarles desde el distinguido mirador “la
auténtica beldad montañera”; parece que no lo tenemos claro, pero ninguno se
amilana, ni para atrás se echan; en los minutos decisivos, saludamos a otro
grupo de burriclistas y nos dan el visto bueno, para continuar con el plan propuesto.
Pues lo dicho, continuamos la marcha y
retomamos “la monotonía” de la ascensión, afrontando el exigente repechón; al
principio, parece que nos cuesta mover
las piernas, dos minutos y estamos configurados “en modo escalador”; por el acicalado monte, nos probamos y salvamos duras rampas –para mis compañeros,
desconocidas-; rescatamos el aire cristalino que encontramos a nuestro paso, hasta parece que hay un semidescanso; nos agrupamos y
volvemos a esperar. Desde la loma tantas veces admirada y relatada, nos
quedamos sin habla, nos recreamos con las vertiginosas vistas hacia Pedro
Bernardo y la fuerte sensación, de ser minúsculos entes, deambulando por la
colosal cadena montañosa; a nuestro paso, más agua por el camino de “las
vaquerizas”, una portera también tenemos que abrir (aunque parezca
mentira) y una última pendiente, que nos pone a prueba, antes de la ansiada
fortaleza coronar. Unos minutos para “echar
un vistazo” al encumbrado decorado, gastamos los adjetivos superlativos,
mientras mis compañeros de fatigas, asienten sobre la acertada decisión para
encaramarnos en el majestuoso torreón: “cualquier cosa que la mente puede
concebir y creer, puede ser conseguida”. Desde este punto, afrontamos el
territorio de descenso, “previo aviso” de extremar precauciones, ya que el
terreno suele estar “más que quebrado”; avistamos el barranco de las cinco
villas, refugiado entre un mar de pinos,
también aparecen cumbres conocidas que nos recrean los sentidos y la
vista ; descendemos hasta “El Puerto de Serranillos”, por aquí, se hace el
camino más distendido; disfrutamos la cómoda y estirada bajada; TULÉ,TULÉ, TULÉ, el amigo Gabriel
rompe la calma de un ensimismado senderista, que tras el repentino susto, precisamente
no le da los buenos días. Cruzamos San Esteban, buscando “La Senda de
Las Cinco Villas”; momentos de relax y distensión por el estrecho camino y para
rematar la faena, nos colamos por la angosta vereda que hasta Santa Cruz nos
lleva; antes de salir, tenemos un
imprevisto, a Medina “El Estratega” parece que le ha “picado un bicho”, cero
problemas “este guerrero es de piedra”; victoriosos, cruzamos las calles de la festiva villa y buscamos el camino de “Las piscinas”, para descender entre huertas y árboles
frutales hacia la gran cañada. Desde la anchurosa vía, resuenan toques de corneta,
“la etapa está casi hecha”, metemos una marcha más y entre un escenario de
colosales pinos, arribamos triunfantes a nuestro destino. Felicitaciones entre
los compañeros por la provechosa etapa y
para celebrarlo, refrescos y zumo de
cebada para clausurar la jornada. Gracias compañeros. Hasta la próxima.
Resumiendo,
ruta circular de 48 kilómetros los principales caminos transitados han sido,
camino del Amoclón, Los Pozos, Las
Gargantillas, Camino del “Depósito”- camino de Lanzahíta (GR 180) Techo del
Mundo- Puerto de Pedro Bernardo- Camino de “Las Vaquerizas” hasta “El Aflecho”-
Puerto de Serranillos-San Esteban del Valle- Senda de Las Cinco Villas- Santa
Cruz del Valle- Camino de La Piscina- Cañada Real Leonesa Occidental- Camino
del Amoclón-Playas Blancas.
Pd:
Cristóbal, muchas gracias por tu aportación fotográfica (4).
Buen
día………….SALUD.
“mil caminos por andar y mucho tiempo
perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”
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