Después de cuarenta y ocho días de
confinamiento, de ciclismo de “salón” alrededor de casa (“mejor que nada”, no
me quejo), prácticas deportivas de laboratorio y alternativas varias, para
intentar llenar las horas, hacerlas más amenas (a pesar de “la tormenta”) y
tener la mente activa. A partir de hoy, día dos de mayo, se nos permite hacer
deporte al aire libre, podremos salir con horarios y otras restricciones,
“nunca llueve a gusto de todos” (En esta ocasión, las personas de los pueblos
pequeños = < 5000 habitantes, salimos mejor parados). Después de hablar con
amigos, personas inteligentes, compañeros de fatiga y multiaventuras, “para esta
vuelta al ruedo”, abogamos por el sentido común, la responsabilidad, prudencia,
precaución y respeto, no sólo por nosotros, sino por todos los demás, la
ciudadanía en general. Teniendo en
cuenta, que en estos momentos hay asuntos más importantes y otras prioridades
de primer orden, que están por encima de los “super-egos y de cada
individualidad.
Nuestra práctica deportiva –no
profesional-, es simplemente eso (no podemos/debemos perder el foco de lo más
considerable y trascendental para cada uno de nosotros/as); nos apasiona, disfrutamos,
nos alivia, supuestamente “es saludable”: El estar en contacto directo con la
naturaleza, sentir el aire fresco de la mañana, recorrer kilómetros y
kilómetros, mimetizarnos con el medio, disfrutar de la adrenalina, de los
paisajes de ciencia ficción, de
cualquier situación complicada, de la buena compañía, de las risas con los
buenos amigos, sentirnos bien con “el cansancio” después del esfuerzo físico
realizado, las “opcionales” finales etc; todo esto y más, amigos/as, hoy queda
dentro de un plano menos significativo.
El objetivo para la jornada de hoy, era
salir a respirar, a estirar las piernas, sin prisas, ni reloj, “darme un
garbeo”, disfrutar de cada minuto, segundo y si fuera posible, detener el
tiempo a lo largo del camino. Me siento afortunado, en cada pedalada que voy
dando, recogiendo pequeños detalles que van saltando a mí paso; un espectacular
cielo azul sobre mi cabeza, el interminable campo de cereales que se mece al
compás del aire mañanero, mientras la explanada del “grandioso terralgo” me
custodia y me va abriendo el paso. Ya se ven a los madrugadores “sandieros”, cuidando
con mimo y esmero el preciado y exquisito tesoro veleño; la imponente Sierra de
Gredos al fondo, luciendo radiante, me pone “los dientes largos”. En las
entrañas del laberinto, del transparente Baldío, cuento las fuentes que me voy
encontrando, tramos embarrados y charcas cargadas de renacuajos, además del
agradable aguazo y zonas frescas que me salpican el visible ánimo. El rincón
del “cárabo”, por el camino perdido y recargado de altas hierbas, me transporta
a otras fechas, despierta brillantes recuerdos, mientras me cuelo en el verdoso túnel
del tiempo; en mí alegre cabalgar, admiro el lustroso alcornocal, avisto
aguiluchos, patos silvestres, cigüeñas, conejos saltarines, a la vez que escucho
embelesado, los cánticos de la disciplinada orquesta, que resuenan por toda la
fresneda. Sobre la marcha, sin
descabalgar, inmortalizo algunas coloridas panorámicas para la colección; desde
la otra hoja, diviso el llano y el pintoresco paisaje que la generosa primavera
nos está regalando; me recreo con tanta tranquilidad y con la armonía que se
respira por la recóndita vía; abro el camino por los frescos y crecidos
hierbajos y durante bastantes metros, el aguerrido arenal también me pone a
prueba. Para rematar la faena, unos senderos cerreros, hacia “el alto de la
cocinilla”; angostas trochas, tramos floridos, piedras escalonadas, el
cristalino arroyuelo y desde las escondidas alturas, las magníficas vistas que
alimentan los sentidos hasta la hartura; en este profundo recoveco, me siento
en perfecta comunión con el medio natural, ¿por qué será? Desde aquí, por la
zona de las canteras me vuelvo para casa, con una sonrisa de oreja a oreja, con
los deberes hechos, de haber disfrutado como un niño díscolo, dejando las
puertas abiertas para las próximas etapas venideras. “Las cosas más simples de
la vida, son las más hermosas y las que más felices nos hacen”. “Disfruta de
las pequeñas cosas de la vida, un día te darás cuenta de que eran las más
grandes”.
En definitiva, ruta circular de 30 kms,
los principales caminos transitados han sido: Camino del Toril, Camino del
Pocito del Cura, Ralla del Baldío (Trujillano, La Aliseda), Fuente del Azirate,
Zona de la Fresneda, La Alcornoquera, camino de Casillas, Fuente del Pozuelo, Cañada
Real Leonesa Oriental, Camino de los Huertos, Cerros de la Cocinilla- Las
Canteras, Camino de Mejorada-Velada.
Buen día…………..SALUD.
“…..mil caminos por andar y mucho tiempo
perdido sin saber a dónde ir, no tengo tiempo ni sitio….”.
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